Quien no ha vivido antes de 1789 no conoce la dulzura de vivir', decía Talleyrand, y su amigo, y tantas veces compañero de mesa y tertulia, Jean Anthetme Brittat-Savarin, recordaba a menudo la célebre frase. De ahí su Fisiología del gusto, obra nacida de su deseo por vencer la melancolía resignada, reemplazándola por la voluntad de salvar algo de la "dulzura" de ese mundo que se llevaron los vientos revolucionarios.