En Pompeya, en las ruinas que dejó el Vesubio, quedó en pie un muro con un poema inscrito: «Nada es eterno. / Brillan los soles y en el mar se hunden. / Arde la Luna y se desvanece más tarde. / La pasión de amor / Se termina también / Como la lluvia». Los versos se pierden como gotas de lluvia en el océano. Se olvidan los nombres de las ciudades en ruinas. «La dicha que hoy nos cubre / Tiene los días contados». Compuesto por cinco secciones heterogéneas, tanto en sus formas como en sus motivos, Como la lluvia (2001-2008) de José Emilio Pacheco enaltece el quehacer poético hasta su expresión máxima, mientras nos enseña los rudimentos de la realidad. Su «virtud artística suprema: No se repite nunca, / siempre es nueva».