De todas las actividades humanas, no hay ninguna tan innata a la humanidad como la oración. Es una de las pocas actividades de la raza humana que no tiene un equivalente en el mundo animal. Sólo la raza humana está destinada a gobernar sobre el universo entero y todo lo que éste contiene. La concepción kabbalística de la oración dice que el acto de rezar nos brinda la oportunidad de participar en la dinámica cuántica del cosmos. Puesto que el sistema kabbalístico pone a la humanidad en el centro del universo, nuestras acciones e inacciones lo afectan todo. Por lo tanto, nuestra participación a través de la oración es la única manera de lograr que nuestro fragmentado universo retorne a su estado de unidad original. La oración es todo menos una herramienta robótica para aliviar los corazones de los afligidos y la conciencia de los malhechores. Nuestra propia vida y entorno dependen de este instrumento tan poderoso porque nos permite tomar el control sobre nuestro destino. El entorno hostil, el cosmos amenazador, los enemigos naturales de nuestro cuerpo físico, el proceso depurativo del envejecimiento; todo esto representa las pruebas y tribulaciones que cada uno de nosotros enfrenta a diario.
