A partir de 1953, fecha de mi ingreso a la Facultad de Medicina de la UNAM, y durante los años posteriores, he sido testigo de los impresionantes avances que se han dado en nuestra profesión en materia de conocimientos y de tecnología diagnóstica y terapéutica.
A esta evolución le han acompañado cambios no necesariamente relacionados con la medicina, probablemente derivados de un mundo que parece haber disminuido de tamaño gracias a los medios de comunicación y que obligadamente han trascendido en la relación médico?paciente y en la práctica misma de la profesión. La medicina actual nos ofrece un panorama tan amplio de conocimientos y recursos que, ante la dificultad de tenerlos presentes en nuestra cotidianeidad y dominarlos, nos ha obligado a trabajar en equipo y ha puesto a prueba nuestra capacidad de profesionalismo, ética y humanismo. Como complemento de lo anterior, habrá que aceptar que el médico general continúa siendo el primer contacto y que de esa primera relación con el paciente depende muchas veces el pronóstico del motivo de la consulta.