Cómo símbolo de hacia dónde se dirige la humanidad desde hace mucho tiempo, todos los personajes navegan cuesta abajo consumidos por la selva amazónica, menos uno, aquel soñador que lo hace río arriba y termina solo buscando dónde crear su propia sepultura. Desenterrando el silencio y el olvido. Atrae a la memoria el fracaso del exsoldado Leonardo, el laberinto mental en que cayó el citadino Visitador y la frustración del Cucarronero quien, gracias a la compañía de la india Nanuya, no enloqueció y se dedicó a conocer los vestigios de una cultura. La traición de Yuruparí al Matriarcado, la presencia de curas jesuitas, la cauchería, la avaricia de los caucheros, la esclavitud, muerte y masacre de diversas formas, la castración a los nativos, la violación de sus mujeres, la destrucción de su medio, el saqueo de su riqueza, el empuje de la frontera hacia el centro de Colombia por parte de los peruanos, la indiferencia del Estado y de la sociedad, la presencia de Fordlandia desde el Brasil, las jóvenes indígenas llevadas a prostituirse a la isla La Inocencia, llevaron a Rigache a envenenar los peces en protesta por lo que les hacían: a los taitas y payés, a recurrir a sus dioses residentes en el vientre de la manigua, pidiéndoles que si los hombres blancos continuaran destruyendo su medio, les dieran como castigo la forma de acabarse solos. Cien años después llegó la coca.
