Leer a Anibal Ponce es recibir una doble lección de una parte, la utilidad y el deleite de una reflexión sabia y penetradora, ofrecida en términos singulares, y de la otra, el espectáculo, nada frecuente de un tránsito ideológico y ascendente, que viene a situarlo entre los orientadores latinoamericanos de mensaje más esclarecedor y actual. Esa doble calidad, que lo hace ejemplo vivo de su propia creencia -libertador libertado-, integra lo fundamental de su personalidad. De ahí parte la necesidad de leerle con atención a la fecha de cada una de sus conclusiones, sin olvidar un punto a la realidad argentina, americana y mundial que lo circunda.