En nuestra sociedad individualizada todos somos artistas de la vida, ya sea por propia elección o por imperativo social. Y esto es así lo creamos o no, nos guste o no. Esta sociedad espera de nosotros que dediquemos nuestros recursos y capacidades a dar sentido y dirección a nuestras vidas, aunque para ello no tengamos las herramientas y materiales de los que sí disponen los artistas en sus estudios para concebir y ejecutar su obra.