Hay momentos en que a los padres les parece imposible enseñar a amar, porque piensan que su hijo adolescente se encuentra en las antípodas del amor: es egoísta, violento e impulsivo y sólo busca su propia gratificación; no está dispuesto a ceder ni a transigir y pretende imponer siempre sus exigencias y sus deseos, sin pensar nunca en los demás... O bien es pasivo, indiferente y descuidado; parece no albergar ningún sueño, ni siquiera el de satisfacerse a sí mismo, y se refugia en la pasividad, recurriendo a todos los "anestésicos" (música, alcohol, etc.) que la sociedad le pone al alcance de la mano.