Inspirado por el concepto de errancia o flânerie acuñado por un Charles Baudelaire testigo de la dilatación urbana en el siglo XIX, Walter Benjamín consignó que la ciudad era el campo de acción del viajero contemporáneo, el territorio que sus pasos irían reconociendo día tras día para constituir un mapa móvil, en perpetua evolución, que se superpondría a los de los antiguos exploradores: la cartografía personal del nómada moderno, paradójico sedentario de toda gran urbe.