Spinoza, filósofo del siglo XVII, es considerado como iniciador del ateísmo pues, partiendo de las ideas de Descartes, introdujo un método racional en la búsqueda de la comprensión de Dios y el ser humano que derrumbo una serie de dogmas religiosos hasta entonces incuestionables. Aunque nunca negó la existencia de un creador supremo, su pensamiento brindo fuerza argumentativa al laicismo creciente de los siguientes siglos en Occidente, germinado en parte por el movimiento de reforma del que había sido testigo. En Ética, Spinoza plantea que en el orden moral todo es neutro: el bien y el mal están determinados por las necesidades y los intereses humanos. Con esta lógica, los valores no son más que creaciones arbitrarias del individuo. En Tratado teológico-político, obra que en su época fue duramente censurada y criticada, señala la relevancia de la libertad de pensamiento del ser humano, la cual, desde su perspectiva, sólo tiene cabida en un Estado democrático, entendido éste como el poder supremo y como el único garante de la unidad y la seguridad de la sociedad que lo constituye.
