Antonia y Alfredo no son niños normales: son extremadamente pálidos, despiden una leve luz verdosa y tienen los ojos de un rojo fantasmal; normalmente van a la escuela de medianoche, donde aprenden a asustar, transformar o pasar a través de las paredes. Pero una mañana despiertan en la escuela y conocen a los niños y a sus maestros “humanos”, que asisten a clases de día y estudian cosas realmente extrañas.