El litigante del siglo XXI, debe ser un técnico del derecho y de una alta calidad moral; para lograrlo, es necesario la participación de las universidades, el apoyo de la sociedad y políticas públicas integrales que se dirijan a ese fin. Debe estar colegiado, certificado por instituciones que avalen su ejercicio profesional, debe generar confianza en la defensa de los derechos que atiende, respetar la ley y todos sus actos debe encaminarse a la justicia