¿Qué tienen en común una persona que ha sido llamada el Capo de las Drogas, una que soslayó innumerables asesinatos, otra que desvió más de 80 000 millones de pesos del erario, y una más que llegó al poder gracias a la maquinaria política del narcotráfico? Sencillo: todos fueron gobernadores.Ahora detenidos y procesados, Tomás Yarrington (Tamaulipas, 1999-2005), Eugenio Hernández (Tamaulipas, 2005-2010), Javier Duarte (Veracruz, 2010-2016) y Roberto Borge (Quintana Roo, 2011-2016) constituyen una casta que utilizó el poder político y la confianza popular para satisfacer los más descabellados caprichos, vivir con escandalosa opulencia y cualquier tipo de excesos, y todo gracias a los recursos de cada entidad, a costillas del pueblo al que dejaron en llamas.La astucia, sin duda, es necesaria para sostener el teatro que montaron por gobierno, pero una estratagema del calibre de los que se encuentran en este libro requiere maldad. La investigación exhaustiva que presenta el autor revela datos y declaraciones sobre los momentos cruciales en los que las administraciones de estos personajes se volcaron en un perfecto desastre. Una vez más, y de forma lamentable, la realidad supera a la ficción.La historia de sus mandatos es la historia de nuestros gobiernos recientes, esa triste memoria nacional que quedará. Helos aquí, consumados villanos de estados que han manoseado a voluntad, Los incómodos, esa estirpe ingobernable.