Una animada y convincente defensa para una boca sucia. ¿Cuántas veces has escuchado que el lenguaje soez es indignante y ofensivo, que da cuenta de un vocabulario pobre o incluso de un intelecto limitado? Hasta hace poco, las groserías estaban excluidas de los diccionarios, y aún ahora padres y maestros las prohíben. No obstante, las investigaciones científicas más recientes han revelado que las palabrotas y las maldiciones, cuando se usan juiciosamente, tienen beneficios fisiológicos y psicológicos sorprendentes. En este brillante trabajo, Emma Byrne explora todos los ángulos de esta parte fundamental de nuestro lenguaje: las groserías, y con humor y un vocabulario colorido nos explica por qué las decimos, cómo lo hacemos y qué señalan de nosotros mismos. Desmiente la sabiduría popular que sostiene que las groserías son ofensivas, que contaminan las relaciones y alejan a las personas, que son un mal hábito y que deben suprimirse. Los estudios arrojan que decir "malas palabras" reduce el dolor, disminuye la ansiedad, previene la violencia física, ayuda a las víctimas de trauma a recuperar el lenguaje y promueve la cooperación humana. Incluso los chimpancés, nuestros primos más cercanos, desarrollan sus propias expresiones subidas de tono. Por supuesto, dice la autora, como todo en la vida, la clave está en el equilibrio: hay que saber cuándo, con quién y qué groserías decimos.