Las palabras no son inocentes. Quizás aún menos de lo que pensamos. La palabra "elefante" hace que evoquemos automáticamente a un animal de trompa flexible y orejas grandes. Incluso cuando le pedimos a alguien que no piense en uno, lo estamos evocando. Además estamos dando carta de validez a esa palabra para referirnos a ese animal en concreto