En 1896 salieron del establecimiento tipográfico de la Oficina Impresora del Timbre, por primera vez coleccionadas, las poesías de Manuel Gutiérrez Nájera. Aquel volumen es el que se ha venido reproduciendo, a partir de 1897, sin aumento ni variación en su contenido. No es un libro orgánico, seleccionado amorosamente por el autor: el poeta se había alejado de la vida un año antes y no pudo escoger las melodías de su propio cancionero. Manos amigas fueron las que, con espíritu devoto y en extremo sumiso, recogieron sus versos tal como se encontraron en las hojas periódicas que entonces, más que ahora, pecaban por sus infidelidades tipográficas. La sola ley que se observa en la recopilación -sin mucho rigor- es la cronológica, buena en cuanto sirve para el estudio de la evolución de esta poesía ondulante, desigual y rebelde a las fórmulas que habían perdido su secreto. Con todo, se presentó oportunamente para salvar la obra de la dispersión y de otras contingencias lamentables. El prólogo, repetido en las demás ediciones, es en verdad insustituible. Constituye un excelente ensayo en que culminan las mejores cualidades del crítico: gusto acrisolado, conocimiento de la literatura de su época, cabal comprensión del espíritu de Manuel Gutiérrez Nájera.
