La sal de la tierra: el fruto y la sustancia. Aquellos que en las Sagradas Escrituras heredarán el mundo son su propia esencia. Podría decirse que se comerán unos a otros, pero en el fondo seguirán siendo los mismos, los primigenios, esos hombres enfrentados a su ambiente, a su época.
LA SAL DE LA TIERRA es un libro de cuatro relatos, de cuatro historias que, más allá del espacio histórico, apuntan a las grandezas y las fragilidades del espíritu humano.
Harina de otro costal abre a una prosa de altos vuelos donde el personaje principal es plural, es la voz de la tenacidad de los obreros. El duende de las minas concede una respuesta abierta sobre el destino de dos enamorados, donde la leyenda se hace presente de modo sutil. Verdad buena es la historia de una mentira triunfante, por la cual Elvirita García se verá arrojada a la ferocidad de su amor propio. Y hacia el final, De oficio soy escribiente, conforme con una narrativa la a la oralidad, da cuenta de las vicisitudes del escribiente que al estar en la cárcel se percata de la traición que le hicieran el cura y el mal salado barberillo, recordándonos la vida y la obra del buen José Joaquín Fernández de Lizardi.
La sal de la tierra es imperecedera, es una constante que trasciende a generaciones e ideologías. Tal vez por ello, este libro de Agustín Ramos ha sido nombrado así. Con él, el escritor hidalguense continúa su viaje narrativo, en el cual la historia, los levantamientos armados y la erupción de la lucha del hombre por vivir tiene muchas cosas más que apuntar todavía.
