Al principio, Flor pensó que la impresión de sentirse vigilada era sólo fruto de su imaginación. Al cabo de los días, llegaron los lamentos, los ruidos, los portazos y la certeza de que no era la única inquilina de aquella casa.
Este sitio web utiliza cookies, tanto propias como de terceros, para mejorar su experiencia de navegación. Si continúa navegando, consideramos que acepta su uso. Más información