El retrato que pinta el libro de Guadalupe Loaeza sólo refuerza la imagen de un presidente débil, saboteado por la oposición, y manipulado por su mujer. Para quienes ya pensaban que Vicente Fox le había arrendado la presidencia a su esposa, el libro de Guadalupe Loaeza sólo confirma esa impresión. La relación entre Marta Sahagún y Vicente Fox se ha convertido en un juego suma-cero; lo que ella gana, él pierde, lo que ella avanza, él retrocede. Marta ha sido vocera, amante, esposa, co-presidenta, posible candidata presidencial y ahora es debilidad histórica. Hace diez años, Marta no era nadie y ahora es la mujer más conocida de México. Hace diez años, Marta no tenía poder y ahora goza su ejercicio. Era una Cenicienta y ahora es una princesa. Era la esposa de un veterinario y ahora es la precandidata del Presidente. Rodeada de un séquito de sicofantes, la Señora Sahagún ya no sabe medir la distancia entre quien es y quien cree que podría ser. Encerrada en Los Pinos, la Señora Sahagún ya nos sabe medir la brecha entre la ambición legítima de poder y la pretensión ilegítima de multiplicarlo vía el matrimonio. Cada día parece más glotona y menos generosa, más terca y menos teresiana, más cantinflesca y menos coherente. Lo peor es que no se da cuenta de ello, o prefiere no hacerlo
