El libro que todo capitalino sueña haber escrito. O tal vez sea más correcto decir: el que todo urbanita recorre con sus dedos, atesora en su memoria, sobre el que interroga a sus mayores para levantar de nuevo el inacabable museo de horror y belleza que es la historia de nuestra ciudad. En sus crónicas se revive (literalmente; se vuelve a vivir) la irrupción demoniaca del automóvil, el fervor popular del cine, las afrentas cotidianas de la violencia y el crimen, el calendario de los días memorables en que las multitudes lograron detener el tiempo para convertirlo en la eternidad alucinada de las fiestas populares, y desde entonces lo guardan para sus héroes. El tiempo repentino entrega esos momentos, ese panteón heroico, con generosidad, pasión e inteligencia.