Un relato breve es contundente, y debe ser precioso en la cantidad de palabras empleadas para que no se convierta en redundancia y se corra el peligro de perder al lector. En La tumba del alacrán encontraremos relatos crudos y desgarradores, así como algunos plagados de humor negro. También leeremos cínicos relatos. Todos contados con el alma en la mano, tan así que en muchos nos sentimos identificados, y quizá incómodos.