José Vicente Anaya, poeta él, nos traduce al mejor Morrison, y nos lo traduce con su versión inmejorable de roquero atento a la sensibilidad musical. Porque una cosa es cierta: Una oración americana, aunque no lo queramos, es un trabajo roquero, una conferencia literaria llevada al extremo de la sonoridad del rock: el único trabajo de esta envergadura musical que suena espontáneamente bien porque la voz y el acompañamiento instrumental fueron, de manera paradójica, construidos, iay!, de modo asimétrico.