La panadería tradicional mexicana tiene una larga historia y un presente muy vasto. Es el resultado de la mezcla de tradición, ingenio y adaptación de manos artesanas, gracias a las cuales hoy podemos degustar una gran variedad de panes dulces y salados, con formas y sabores tan diversos que resulta imposible contabilizarlos. Las raíces de la panadería en México se remontan a la llegada de los españoles a América, quienes aportaron la técnica y el ingrediente fundamental para su desarrollo: el trigo. A partir de las formulas y formas básicas de panes españoles, pronto los novohispanos se apropiaron de éstas y les otorgaron su sello distintivo, ya fuera en los ingredientes, en las técnicas, en Los utensilios de elaboración o en las formas; para ello, se valieron de su virtuosismo artesanal y herencia cultural prehispánica, con los cuales desarrollaron una panadería mestiza tanto de consumo diario como festivo. Debido a la importancia que la panadería mexicana tiene actualmente, surge esta obra con el objetivo de condensarla en un libro práctico de recetas. Sin embargo, esto no fue sencillo: se dejaron fuera muchas variedades de panes con tal de mostrar las consideradas más representativas. Este es el resultado de un esfuerzo conjunto con un experimentado en este oficio, Irving Quiroz, quien aportó su conocimiento práctico en la elaboración del pan, técnicas, trucos y, por supuesto, recetas. Su experiencia se sustenta en una formación gastronómica profesional, pero sobre todo en una transmisión de sabiduría culinaria de dos generaciones que le preceden: su abuelo fue panadero y su padre practicó este oficio por décadas; ésta es una de las formas más comunes y naturales de heredar el patrimonio culinario.
